Nadie tiene más amor…

“Nadie tiene amor más grande que aquel que sabe respetar la libertad del otro.” SIMONE WEIL

Comienzo el artículo con esta frase. Ésta encierra en sí una gran habilidad, la de dejar que lo que amamos siga su curso, su existencia.

Libertad de Crecer. Tengo una cicatriz de 5 centímetros debido a un corte causado por la salpicadera metálica de mi bicicleta. La estaba sacando del sótano (al que iba solo para tomarla) y en la pequeña subida que llevaba al nivel de la calle, se me escapó la bici e hirió mi rodilla. Mi madre me puso una bandita adhesiva y con eso dio por terminado el asunto. Yo estaba orgulloso porque era una herida grande, indicaba algo importante que había vivido.

Era costumbre que los niños en Gratosoglio (un barrio popular de Milán en donde crecí), subieran a los techos de unos 3 metros trepando por los pilares de cemento que los sostenían. No era muy seguro, pero era “de grandes”. Deben saber que desde que nací, me falta la mano derecha. Además, de pequeño era muy delgado. Así que el día que logré subir al techo alcancé una meta ambiciosa y peligrosa: era grande.

Mis hijos crecieron con una niñera que seguía el “credo” de dejar que los niños experimentaran, entendiendo que las barreras que ponían los adultos podían convertirse en límites dañinos (la frase “¡Nooo que te vas a caer!” no existía). Un día me dijo que le había costado mucho respetar estas ideas pedagógicas cuando mi hija, de quizás 2 años y medio, se había trepado -sin que ella se diera cuenta- a la resbaladilla y se había puesto de pie en equilibrio sobre los pasamanos a tres metros de altura. Ella la había invitado suavemente a bajar esperando que lo hiciera sin lastimarse. Bien, no pasó nada trágico.

Las etapas de la vida. En mi opinión, todas las etapas de la vida de un niño y adolescente pasan por estas pequeñas vivencias, incluidas las que no terminaron bien o en las que hubo que enfrentar algo. ¿Quién no recuerda el camino a casa cuando llevabas en la mochila una boleta de calificaciones no muy brillante y buscabas las palabras para mostrarlo a tus padres? ¿Y te imaginabas cuál sería el momento adecuado? Todas han sido experiencias que me han formado y ayudado después a enfrentar diferentes desafíos.

No sé explicar dónde y cómo hubo una inversión social y la línea de conducta pasó de “Si te lastimas, te va peor”, a “No debo permitir que te pase algo”. Desafortunadamente, la segunda implica que el niño no tenga ninguna experiencia.

El Amor no es una campana de cristal. Hoy en día, los padres han sido convencidos -y lo han permitido sin demasiada resistencia- de que sus hijos serán felices si no viven experiencias de dolor, de emociones negativas y por lo tanto deberían crecer dentro de un “invernadero protegido”.

Surgen entonces cascos, rodilleras, coderas, boletas de calificaciones en línea, diarios escolares, localizadores GPS, terapeutas, pedagogos, comités de prevención, de vigilancia, etc.

La Solución de hoy se convertirá en el problema de mañana. La proliferación de los videojuegos en los años noventa y dos mil era una solución para las madres que podían mantener a sus hijos seguros en casa. Además, de esta manera “cubrían” ese aburrimiento del que luego se enfermaban si no tenían varios tipos de videojuegos o videos a su alcance.

No tiene importancia si se estaban atrapando en una realidad virtual, una realidad que no les habría permitido ver y enfrentar las realidades futuras y las relaciones asociadas.

A los niños y adolescentes se les concede mucho en términos de posesiones (los zapatos con logo, el celular de última generación, etc.) sin que haya el mínimo esfuerzo para ganárselos, como si su felicidad hubiera sido diseñada para convencerlos de que todo llega sin tener que enfrentar la vida, sin poder fallar, perder o sufrir y, en consecuencia, sin aprender.

Decirle hoy a una madre que su hijo debería contribuir en casa con pequeñas tareas para hacerlo sentir parte integral de la familia y darle una paga por estas tareas, equivale a menudo a convencerla de que el hijo está siendo sometido a un trato similar al de los niños de color en los campos de algodón o tabaco del sur de América en el siglo XIX. Nada de trabajo, dejémoslo en paz frente a su PlayStation o se aburrirá.

“Con el progreso hemos destruido el único instrumento para combatir el aburrimiento: ese defecto exquisito que se llama fantasía.” ORIANA FALLACI

Continuamente surgen enfermedades mentales para niños (y bebés, lo juro), clasificaciones de cualquier emoción que anteriormente se habrían enfrentado sin preocupación: “¡Mamá, estoy aburrido!” “Pela los chícharos que necesito”.

La gran protesta de los adolescentes podría calmarse si estos fueran empleados en la sociedad con actividades que los hagan sentirse valiosos…(1)

Esto no es una crítica hacia los jóvenes, sino hacia los adultos. Es un llamado para devolverles a los primeros su dignidad, su vida, su derecho a experimentar y aprender.

Educar para la Vida. Por favor, dejen de crear nidos protegidos, enséñenles lo que está bien y lo que está mal, explíquenles que estarán ahí en caso de necesidad y dejen que él o ella viva su adolescencia, sus experiencias sin sentir que deben intervenir en cada momento.

“Nadie tiene amor más grande que aquel que sabe respetar la libertad del otro.”

(1) En el libro “Cambiare la scuola si può” [Cambiar la escuela se puede], Daniele Novara escribe: “Yo afirmo a menudo que: los compañeros son los mejores maestros.” En las páginas siguientes comenta su tesis doctoral sobre la enseñanza mutua, partiendo del libro “Lettera ad una professoressa” [Carta a una maestra]. Don Milani, en su escuela de Barbiana, hacía que los mayores enseñaran a los más pequeños. Tal vez no lo hacía sabiendo que esto también hacía sentir orgullosos a los mayores y más atentos a los pequeños, el hecho es que funcionaba.

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